domingo, septiembre 16

Espacio y Mar


¿Qué nombre le pondrías a la energía? Lorenzo.

¿Por qué? Por la fuerza amarilla, por la luz destellante del mundo.

¿Y por qué no Mar? ¡También! Pero un mar amarillo en el que no se refleje el azul del cielo, sino el sol, todo el sol.

¿Puede alguien vaciar el mar? ¿Se puede soltar algún tapón y dejar escapar toda esa inmensidad de vida?

Si lo inclinamos y volcamos sobre el vacío del espacio, lo desparramamos en la oscuridad del infinito de las galaxias…los peces dejarían de ser peces y pasarían a convertirse en estrellas, satélites, cometas…, corales de luz.

Y entonces, toda la oscuridad de las profundidades, de lo recóndito del mar, de la tierra, del espacio, se encontrarían, se mezclarían en una sola opacidad, pura, intensa, pero aislada.

¿Y la luz? La luz explosionaría, lo invadiría todo. Destelladas, chispas, ráfagas de luz a raudales que llenan cada rincón.

¿Y el mar? El mar debe seguir con su oleaje, sus seres, su vida, su espíritu, en medio de la oscuridad, en medio de la luz, sintiendo como lo penetran cada una de ellas, como lo atraviesan y como anidan en él, en el mar.

Pero el mar no se vacía. Tan sólo se bambolea, se balancea de un lado a otro, entre el día y la noche, entre la claridad, la vida más absoluta, y la negritud, el vacío más angustiosamente vigente.

En mis profundidades siento el oleaje negro y en la superficie de mi mar, me muevo con mi espuma amarilla, con mi vida lorenzana.

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