sábado, marzo 5

El gorrión que quería ser oso.

Érase una vez un gorrión que quería ser...

un oso polar.

Deseaba viajar hasta el círculo polar y allí saltar de cascote en cascote, navegar en ellos hasta tocar tierra firme y dejarse abrazar por sus nuevos amigos peludos.

Al llegar, se alzó sobre sus dos enormes patas, saltó con fuera e hizo temblar la tierra. Allí, rodeado de un inmenso manto blanco, sacó su fuerza, la nueva fuerza, por la garganta ¡rugió!. Su canto suave, agudo, se transformó en el sonido de un enorme oso polar.

Se zambulló en las heladas aguas del océano, sintió como el frío invadía todo su cuerpo; asomó el hocico por un pequeño agujero, saludo a los inocentes peces que vagaban por sus profundidades y... ¡zas! se zampó a unos cuantos de ellos.

Todo estaba ahí abajo, en la tierra, en el mar. Ya no tenía que alzar el vuelo para poder encontrarlo. Carecía de alas, ya no era un pájaro cantarín, inocente, ingenuo pájaro cantarín.

Pero un día se le acercó un desconocido pingüino y le susurró: “Nunca debiste mudarte lindo gorrión. Tu corazón no es el de un oso polar. Despójate de esta farragosa y pesada piel y alza el vuelo”.

El oso-¿gorrión?, el gorrión-¿oso?, se quedó pensativo. Instintivamente, quiso desplegar sus antiguas alas y... ¡no pudo!

Ya no las tenía. Ahora era un alma de gorrión atrapada en el cuerpo de un enorme oso polar.

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